Salud, Marcelino


30 oct 2010



Un hombre que vivió como pensó y pensó como vivió, con la sencillez que acompañaba su figura.

Cuando Marcelino Camacho pedía la palabra en las reuniones del Comité Federal del Partido Comunista de España, todos esbozábamos una sonrisa. Quien daba las palabras, habitualmente otro histórico ejemplar, Víctor Díaz Cardiel, le decía: "Recuerda que tienes tres minutos". Marcelino dedicaba el primer minuto a saludar y a protestar por lo exiguo del tiempo, y los 15 ó 20 restantes a desarrollar su intervención, siempre lúcida, con alguna clave de interés, apasionada. Se bajaba de la tribuna todavía desarrollando alguna idea, deteniéndose con los de primera fila para explicar sus palabras, y entre las sonrisas de quienes, desde un principio, sabíamos que los tres minutos de Marcelino eran medidos con otro reloj, el del cariño, el respeto, el reconocimiento.

HA MUERTO Marcelino Camacho, el hombre de jersey de cuello de cisne, de mirada limpia, de sonrisa de niño ilusionado. Ha muerto Marcelino Camacho, uno de los héroes de la democracia. En su nombre, y en el de algunos otros militantes del PCE y de CCOO, podemos reflejar el de tantas y tantos héroes anónimos que protagonizaron la lucha contra el franquismo. Anónimos para la mayoría, a la que se ha querido privar de memoria, conocidos para aquellos que tuvimos, y tenemos, la suerte de compartir algo con ellos. En Aragón Floreal Torguet, José Góez, Pepe Sagarra, Esperanza Martínez, Manuel Gil, Maruja Cazcarra, entre otros muchos a los que, evidentemente, no puedo nombrar, tantos y tantas que no dudaron en dejar su rastro en las cárceles de la dictadura para conseguir que España avanzara hacia la democracia. Su empeño, dedicación, sacrificio, sufrimiento, sirvió para que nuestro país alcanzara derechos consustanciales a la dignidad del ser humano contemporáneo. Pues, frente a la hagiografía monárquica actual, que quiere hacer del Rey la clave del proceso de Transición, hay que recordar que la oposición y el impulso hacia el cambio político fue protagonizado, desde las cárceles y la clandestinidad, por hombres y mujeres republicanos --comunistas, anarquistas, socialistas-- que, como Marcelino, enfrentaron con valor la represión de un general que compartía balconadas en la Plaza de Oriente con el actual jefe del Estado.

Ha muerto Marcelino Camacho, que vivió como pensó y pensó como vivió. Con una sencillez que acompañaba cotidianamente a su figura, hecha de jerseys pasados de moda y una sonrisa amable, que sólo se borraba cuando en la tribuna, con los puños cerrados y el gesto crispado, describía las injusticias de la sociedad capitalista contemporánea.

ESA SENCILLEZ es la que, como ocurría con otro grande que nos acaba de dejar, José Antonio Labordeta, le hacía creíble y le acercaba a la gente. Atesoraba, cosa rara en estos tiempos, una coherencia que le llevó a defender siempre unos ideales de fraternidad, solidaridad, democracia y libertad que para él tenían un nombre: comunismo. Coherencia que se convirtió en obstáculo para aquellos que, dentro de su propio sindicato, quisieron convertir a CCOO en un instrumento dócil al poder y que pretendieron, por tanto, borrar la impronta de un Marcelino que, como dijo al salir de la cárcel en 1976, "ni nos doblaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar". Y nunca fue domesticado, a pesar de algún domador de traje y corbata travestido de sindicalista.

Marcelino es el pasado de un país que, gracias a hombres y mujeres como él, se encontró con una sociedad mejor. Sin duda, no era este el presente que él anhelaba, pues la mayor parte de sus ideales siguen sin llevarse a término, en España y en el mundo. Ojalá que Marcelino sea también futuro, y su ejemplo de honradez, compromiso y fraternidad aliente en la construcción de una sociedad semejante a la que él deseaba y por la que dejó en la cárcel una parte de su vida. Hasta siempre, Marcelino.

Juan Manuel Aragüés
El Periódico de Aragón 30.10.2010
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